21 de septiembre de 2010

ESOS CHICOS DE LA PRENSA

Observatorio de la Corrupción


A Felipe Armendáriz

Les verán casi a diario en los juzgados de Vía Alemania, siempre apresurados subiendo y bajando las escaleras, con sus carpetas, sus blocs de notas, bolígrafos o lápices, bolsas en banderola los más jóvenes, a la caza de la última información; a veces apiñados a la entrada de la Audiencia. Esos chicos aunque a menudo no sean conscientes son el cuarto poder, que es también el poder de los ciudadanos.

Tradicionalmente se ha considerado que la prensa constituye el cuarto poder, que contribuye al buen funcionamiento de un sistema democrático denunciando las disfunciones, corrupción y abusos de los restantes poderes frente a los ciudadanos. También propiciando la formación de una opinión pública libre, desde la libertad de expresión e información y el pluralismo.

Desde este punto de vista la publicación de información sobre la corrupción adquiere una doble relevancia. Por una parte, mediante su denuncia, facilitando su persecución y favoreciendo un efecto de prevención general; por otra proporcionando a la ciudadanía elementos de valor para la adopción de futuras decisiones políticas.

Pero cuidado. En Mallorca, como en Sicilia, escribir sobre corrupción no es fácil. Sobre todo si uno quiere vivir en paz. Porque lógicamente los personajes implicados -bien situados económica y socialmente, en el ejercicio de la política activa o con importantes conexiones políticas- tienen especial interés en ocultar su actividad y sus fraudes, y por ello algunos intentan acallar la prensa e impedir que la ciudadanía tenga conocimiento de sus desmanes. Por vías lícitas e incluso ilícitas.

Un artículo publicado en el diario El Mundo del pasado 31 de julio detallaba “las consecuencias de enfrentarse a los abusos del poder político y a la corrupción” para un medio: denegación de subvenciones, retirada de la publicidad institucional, presiones a determinados empresarios para que cancelen su publicidad en el mismo...

Pero también sufren las consecuencias los periodistas, en ocasiones entre la espada y la pared. La pared del medio para el que escriben, quizá temeroso de los perjuicios económicos que le pueden reportar las represalias por la publicación de determinadas informaciones y no siempre dispuesto a apoyarles; la espada de algunos corruptos que les intimidan con sus amenazas; y entre una y otra la soledad de su conciencia. El valor, pese a todo de seguir.

Desde aquí, gracias.