Al juez Castro, los fiscales Anticorrupción y tantos
otros.
Ya hace más de cinco años que
empezamos a trabajar en este blog, en otra ubicación hasta que migramos a
la actual. En la primera entrada -"¿Por qué un Observatorio de la corrupción y el fraude
fiscal?"- aludíamos a cómo la corrupción ataca las raíces de la
democracia y el Estado social de
derecho, y expresábamos nuestra preocupación por la falta de sensibilización
social ante este fenómeno y también por las “sórdidas campañas de acoso y desprestigio contra quienes la
denunciaban, investigaban y perseguían”. Pues bien, pese ser víctimas de
prácticas mafiosas de toda índole (algunos pretenden defenderse así de las
imputaciones), “quienes la denunciaban, investigaban y perseguían” han estado
ahí desde entonces y, créannos, no les ha resultado fácil.
Por esto nuestra última entrada va por ellos, auténticos héroes
populares: el juez Castro y los fiscales Anticorrupción por haber soportado más
notoriamente todo tipo de maniobras sucias, campañas de desprestigio y
presiones, en el más puro estilo Corleone, pero también para todos los demás:
otros jueces que con independencia, dedicación y valentía instruyen y enjuician
los casos de corrupción; los miembros de la Policía Nacional y Guardia Civil
que han colaborado en las investigaciones; los funcionarios de la Agencia
Tributaria que no se han rajado frente a los de arriba y han mirado sólo por la
justicia y los ciudadanos a los que se deben (que los ha habido y los hay, pese
a los “cristinos”); también los funcionarios de los juzgados que han puesto
tiempo y dedicación más allá de lo que les era exigible para sacar adelante ese
trabajo.
Ellos son héroes populares, quienes no en ficticios mundos
mitológicos sino en el día a día llevan a cabo acciones que acaban
transmutándose en hazañas por la adversidad a la que han de hacer frente, el
gran poder e influencia de aquellos a quienes persiguen, la hostilidad del
contexto social que arropa a los inculpados en una sociedad local como la
nuestra, la limitación de los recursos con que cuentan.
Y además a favor nuestro, de los ciudadanos, de todos nosotros y
no sólo de algunos particulares o de algunos partidos que buscan exclusivamente
su beneficio; a favor de más democracia, de mejor gobierno, de intentar
recuperar para las necesidades sociales lo que algunos han detraído y
desperdiciado. Ellos son los mejores representantes del servicio público, la
antítesis de quienes incurren en corrupción. Por eso los sentimos como
nuestros. Muchas personas en un momento u otro nos han dicho: “me gustaría
darle las gracias al juez Castro”. Esta entrada va de eso.